(MIÉRCOLES 06 DE NOVIEMBRE, 2024-EL JORNAL). Hoy que se habla mucho de estadísticas, con lo cual «la data» es la reina de todos los análisis que prevalecen en el fútbol, se puede recurrir, gracias al talento, a invocar aquello del viejo balompié: la pared.
La pared, que es esa máxima que dice, toco y me voy, la pusieron anoche en funcionamiento Marco Ureña y José Luis Quirós, en un excelente gol, más por el remate final, que por la jugada que la precedió.
Quirós recuperó un balón por la banda derecha, encontró en Ureña a un socio-receptor, le cedió el balón, y este, a un primer toque, le abrió el camino para que se enfilara contra el arquero Daniel Villegas de Liberia y lograra el 2 a 1 en el 89, cuando Cartaginés ya se despedía de cualquier opción de clasificar a la segunda fase del torneo.
Jugada exquisita, maravillosa, pero lastimosamente la televisión se quedó solo con la acción final de Quirós, y ni por asomo echaron la lente atrás para observar la forma en que se gestó la acción.
Esa premisa de Ureña, de jugar a un toque, revela que no en vano pasó muchos años jugando fuera del país, como en Rusia y Australia, porque aprendió que hoy el fútbol, más que velocidad física, es velocidad mental.
Interpretó a la perfección este segundo concepto y le sirvió un pase exquisito a Quirós, quien, con determinación y fortuna, consiguió el tanto de la victoria.
Una jugada que debería de darle las pistas al entrenador Greivin Mora, que ha de entender que Ureña, como llanero solitario, no puede con todo, pero con cómplices para asociarse, puede generar grandes réditos a los blanquiazules.
El gol fue de Quirós, pero el autor intelectual, el que imaginó, creó y propició el gol, fue Ureña, con un toque finísimo, que valida y culmina su carrera, después de dejar atrás la humilde cancha donde todo empezó: la de Palmichal de Acosta.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Esta columna se publica a diario en FXD y EL JORNAL