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La reina del sur

ENTRE PARÉNTESIS

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(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 14 DE ENERO, 2016-EL JORNAL). La magia de la realidad es que siempre supera a la ficción, aunque a veces se va al extremo con innegables tintes de culebrón televisivo, como sucedió con la captura de Joaquín Archivaldo Guzmán, conocido como El Chapo, el hombre que comprometió su “libertad” por el amor desatado por la actriz Kate del Castillo.

Su afán, nos cuentan las informaciones internacionales, de mantener un contacto por mensajería con la actriz, hizo que los servicios secretos de México le siguieran sus pasos, al punto de llevarlo, como un conejillo de indias, al lugar de su captura.

La historia de la entrevista con Sean Penn y Del Castillo, y sus posteriores consecuencias, parece un culebrón salido de la pluma del escritor venezolano Alberto Barrera Tyszka, curtido en esas lides tenebrosas del amor, el desamor y el desengaño.

Que el hombre más poderoso de un cartel de drogas se dejase arrastrar por la protagonista de una teleserie basada en La Reina del Sur, novela del escritor español Arturo Pérez Reverte, hasta el punto de hipotecar su “libertad” al salir de su madriguera para ver a la diva que un día de 2012 le dijera: “sería mejor si traficase con amor”, lo que desembocó en una respuesta transformada en ramo de flores, no tiene otra explicación que el que las musas estaban jugando, una vez más, con la realidad para convertirla en ficción.

Ya lo decía el inigualable García Márquez en El Amor en los Tiempos del Cólera: el corazón tiene más cuartos que un hotel de putas” y uno de esos llevó al narcotraficante mexicano a la deriva y a caer en manos de la Marina de su país.

Que el narcotraficante más poderoso del planeta haya caído por el afán de seducir a una actriz que apenas conoce, merece no uno, sino dos, tres o más libros, y varios libretos para una teleserie, y la ansiada película con que El Chapo quería contar su vida en las oscuridades del mundo en que se desenvuelve y que marca la vida de millones de seres esclavizados por esas otras drogas, que, a la luz de los acontecimientos narrados, parecen tan inofensivas, si se comparan con las alucinaciones y los irrefrenables impulsos que desata esa otra droga llamada amor, que tiene las cárceles llenas, los cementerios copados, los psiquiátricos abarrotados, y los corazones rotos de tantos y tantos Florentinos Ariza que en el mundo son, y que vagan soñando bellezas imposibles como la reina del sur.

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