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Sin cultura no hay democracia

  Por Óscar Aguilar Bulgarelli*

(MIÉRCOLES 17 DE MAYO 2023-EL JORNAL). En otras oportunidades lo he expresado, sin cultura no hay democracia. Por eso, como bien lo ha dicho el recientemente galardonado pensador italiano Nuccio Ordine “los políticos matan la cultura porque desprecian la cultura, pero también porque le tienen miedo”

La primera actitud se debe, como lo han dicho muchos pensadores humanistas de nuestro tiempo, porque consideran útil solo aquello que genera utilidades o ganancias y creen, por lo tanto, que la cultura es inútil. Es la visión materialista y utilitarista de los políticos que, encumbrados al dominio del mundo y por ende del país, por las grandes corporaciones internacionales y sus ramificaciones nacionales, ven en la ganancia y el lucro su única meta. En otras palabras, cumplen a cabalidad las ordenes de su amo. Hace un par de siglos, con visión de futuro, el pensador Giacomo Leopardi veía aquel siglo XIX como soberbio y estúpido, en el que la política y la estadística se sobreponían a las humanidades. ¿Qué diría al ver la situación en nuestro tiempo? Posiblemente adjetivos como soberbio y estúpido, quedarían cortos.

Para muchos de políticos y poli-ticos jugando a tales, hoy tratan de confundir los términos gobernabilidad con gobernanza, pues el primero es el arte de gobernar pensando en el bien común, no en el afán de lucro; el segundo es un concepto sacado de la visión gerencial de las empresas, cuya satisfacción se mide en el rendimiento a favor de la ganancia como ahí corresponde, pero que no es aplicable a la gobernabilidad o arte de gobernar un pueblo. Como bien dice Tzvetan Todorov en “Los Enemigos Íntimos de la Democracia” lo que buscan es sustituir el gobierno de los hombres por la administración de las cosas, aplicando las técnicas de management “que deteriora la vida social y psíquica de las personas a las que se aplica, pero solo mejoran marginalmente los resultados de las empresas”.

Pues bien, estos nuevos “gobernanzos” o “gobermensos” ven en la cultura algo inútil, que no genera ganancia ni riqueza; por ello ahora se han inventado otro tema: la economía naranja. Con ella quieren darle a la cultura un sentido utilitario, que genere beneficios. Dicho así, parece interesante y hasta aceptable.  Pero el común de los ciudadanos y hasta muchos involucrados en el mundo de la vida cultural, generalmente necesitados de recursos económicos para realizar sus obras, no se dan cuenta de que esa “economía naranja” implica también la aceptación de otro concepto impuesto por los nuevos “gobernanzos” que hablan de la “industria de la cultura”.

Es decir, la acción cultural en cualquier campo que se desarrolle debe verse como un producto industrial capaz de generar ganancias y para ello, eso sí, necesitan de una buena “gobernanza”. Entonces, ¿dónde quedan aquellas actividades en las que lo importante es el desarrollo de la inteligencia, la mente, el espíritu humano en las cuales la ganancia mercantilista no es su esencia ni tiene importancia? Como decía el expresidente don Ricardo Jiménez…en el pudridero de la Historia. Porque para ellos la cultura vista así, sin utilidad, se vuelve inútil; los nuevos creadores deben “pensar sus obras” con sentido de mercado, para que sean apetecibles a los nuevos mecenas que ven en ellas una posible ganancia, un posible beneficio, gracias al trabajo de esa nueva clase obrera sin libertad en una sociedad “corrompida por la dictadura del beneficio” (Ordine N.)

Por eso es necesario demostrar que la importancia de la cultura, o como lo llama Ordine: la utilidad de lo inútil y es que, precisamente, no hay poder económico que pueda comprar la verdadera libertad del pensamiento que crea el conocimiento. Cuando la creatividad, inquietud y búsqueda de la verdad queda supeditada al interés y el gusto del mecenas, todo se pierde, la cultura debe ser la gran creadora de sociedades libres, sin ella nos convierten en una sociedad sojuzgada y limitada a los “valores” que imponen desde los medios de comunicación y sistemas educativos.

Esa es la otra razón por la que, no solo desprecian la cultura, sino que le tienen miedo. Tradicionalmente los políticos no gustan del pensamiento libre que les contraponga algunas ideas a las que ellos exponen, con contadas excepciones, aunque en democracia no les queda más remedio que aceptarlo pues en dicho sistema político es fundamental. Sin ese contraste de ideas o la falta de cuestionamientos serios, la democracia fallece. Precisamente uno de los mayores pecados de la globalización y el globalismo, es la imposición del llamado: pensamiento único, es el nuevo credo que empieza con: creo en el marcado, como el nuevo dios, creo en la banca, como su templo, creo en la desregulación, como el mejor sistema, creo en la libertad para mi negocio, no para lo demás…y así podemos seguir largo rato.

Para ellos la cultura es peligrosa, pues crea hombres y mujeres libres capaces de tener sus propios criterios, puntos de vista, intereses contrapuestos, ambiciones legítimas, deseos de vivir su propia vida y no la que les imponen desde los altares del poder o de los oráculos mediocres y programas de los medios de comunicación. Si, la cultura es un peligro, por eso prefieren seguir viéndola como algo inútil que puede desecharse.

LOS AUTÓCRATAS

En los últimos años ha surgido un enemigo más peligroso, dañino y devastador para la cultura: los autócratas o aspirantes a serlo. La mayoría de las veces surgen como jugadores nuevos, fuera de las estructuras tradicionales o “outsider” como dicen en inglés, o un “colado” a la tica. Estos fulanos han accedido al poder por medio de las formas electorales que les brinda la democracia, pero en el sótano de sus inescrupulosos sentimientos la odian, y desean destruirla. No importa sin son del Norte, del Centro o del Sur, de la vieja derecha o izquierda, ateos o creyentes, da igual, todos son Coyotes de la Misma Loma, como los llamo en mi libro. Lo único que desean es el poder para su beneficio, el de sus amigos y círculo cercano, que vengan a sustituir a los anteriores detentadores de él. Para ellos la cultura es fatal, porque lo primero que se suprime es el derecho a pensar, montando conferencias de prensa a diestra y siniestra como teatro bufo para engañar al pueblo ( Chávez  o Maduro en Venezuela, López Obrador en México, Bukele en El Salvador y el Chávez costarricense).

En Costa Rica, uno de los mayores atentados a la democracia, de muchos que ya se han dado, es el desmantelamiento y destrucción del Ministerio de Cultura y Juventud. Con el nombramiento de una persona sin currículum conocido, no le ha importado hacer el “ridículum” público, para satisfacer a su jefe con aires de autócrata y acabar con todas las políticas culturales que han sido rica herencia de valiosas gestiones del pasado. Para citar dos nada más, resulta incomprensible el cierre de hecho del Archivo Nacional, no solo por el acervo histórico que representa, sino porque es de utilización diaria de todos los notarios del país para miles de trámites de carácter judicial y legal; o la paralización de la Orquesta Sinfónica Nacional, orgullo del país a nivel mundial , y ni qué decir del peligro en que se han puesto las ferias de libros, realizadas conjuntamente con el Ministerio y así muchas otras actividades.

Pero reviste especial gravedad el hecho que, ante el rebajo presupuestario de 4000 millones de colones en el presupuesto para el año 2024, otro enemigo reconocido y declarado de la cultura como el ministro de Hacienda Nogui Acosta lo justifique diciendo que, al no utilizarse esa suma en el 2023, por la lógica utilización efectiva de los recursos, simplemente lo rebajaron, evidente mentalidad de “gobernanso o gobermenso”

Entonces, veamos el otro lado de la moneda, la señora Nayuribe Guadamuz Ministra de Cultura, lo único que puede mostrar es su accionar también autoritario, despidiendo a más de veinte funcionarios de alto rango del Ministerio, por el pecado de haber mostrado sus desacuerdos con ella: pero no ha logrado concretar un solo proyecto de importancia para el país. Por el contrario, con su manera de proceder, está más apegada a las políticas propias de los autócratas de acabar con los organismos promotores de la cultura, por ser un camino efectivo para acabar con la democracia. ¿Será eso lo que buscan en este gobierno del “des-chave”?

*Doctor en Historia y Catedrático.

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