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Realismo mágico en San Gabriel

 

DESDE LA CANCHA

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Marvin Solano

 

(SAN JOSÉ, 15 DE MAYO, 2014-EL JORNAL). Ya en alguna ocasión les hablé de Plácido Abarca, aquel defensa central del CS Luchador, quien era un adelantado para su época. Alto, fuerte, elegante y seguro al caminar, como también lo era en la cancha. Recuperaba el balón y lo daba con elegancia, jamás tirarla de punta y “pa’rriba”. Hizo del puesto de defensa central un arte. De exquisita técnica, ponía el balón donde quería, daba pases milimétricos y jugaba con mucha inteligencia.

Cuando cobraban un tiro de esquina en contra de su equipo, iba al encuentro del balón y antes de despejarlo con la cabeza gritaba “Eribe, Colilla, dependiendo hacia cuál de los dos extremos de su equipo iba dirigido el balón”.

Sabía defender y atacar. De adolescente descubrí al alemán Franz Beckenbauer y dije ¡por Dios, si juega igual a don Plácido!, como le llamábamos todos.

Don Plácido no solo sabía de fútbol, fue músico de la Banda Nacional, también tocaba la guitarra con gran habilidad. Sabía de número, de matemática, por muchos años fue asesor del Banco Central, apasionado de la lectura y buen conversador.

Cuando de niño yo vivía en San Gabriel, un pueblo rural, sin electricidad, y donde la educación terminaba al salir de sexto grado de la escuela, gracias a su insistencia logró convencer a mi padre, quien era su amigo, para que me enviara al colegio tres meses después de iniciadas las clases. En ese tiempo en mi pueblo nadie podía estudiar. Le decía a mi padre “este muchacho es inteligente, debe de salir y estudiar, y ya verá usted”.

Juan Felipe era hermano de Plácido, fue el primer portero del pueblo, y cuando se retiró se convirtió en el mejor árbitro del pueblo. Tenían otro hermano, Guido, quien era el goleador del Luchador; pero “mañoso” como no había otro. Durante un partido en que Juan Felipe era el árbitro, Guido tomó el balón y se escapó hacia el marco contrario, ya casi iba a anotar cuando sonó el pito. No había ninguna falta y todos los futbolistas le reclamaron preguntando qué había pitado, a lo que Juan Felipe respondió “estoy pitando porque este es muy mañoso y de fijo ahorita meterá el gol con la mano como lo hace siempre”.

Después de que se retiró de árbitro Juan Felipe se convirtió en el mejor marcador de canchas de fútbol del mundo, junto a Fernando Durán, con un carretillo, unos sacos de cal, una cuerda, estacas y rodilla en el suelo, con un ojo cerrado le decía a Fernando más a la derecha, más a la izquierda y las líneas quedaban perfectas, y luego el círculo central de la cancha exacto. Igual que el mismísimo Maracaná.

Una noche de diciembre, en la final de un campeonato nacional, durante la madrugada muchas veces recordé la última vez que vi a don Plácido y su voz fuerte resonaba con lo último que me dijo: “enséñele a sus jugadores a tirar penales”.

Y don Plácido se nos fue un día de mayo.

Los invito a seguirme en mi página www.marvinsolano.com y en el facebook.com/marvinsolanodt

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