A pesar de que hace 14 años le diagnosticaron dicha enfermedad, no ha sido motivo para abandonar la escultura, por el contrario, su trabajo se ha intensificado y por eso prepara una gran exposición

MARTES 13 DE JUNIO DE 2023-EL JORNAL). Hace 14 años a Domingo Ramos le diagnosticaron la enfermedad del parkinson, lo que para muchos suponía el fin de su carrera artística, pero pocos contaban con la disciplina, el compromiso, el tesón y el afán que en cada pieza pone este ramonense, que hoy, a sus 74 años, trabaja sin cesar en su taller de esculturas.

Cuando se entra en la sala de exhibición donde tiene perfectamente ordenadas las esculturas, se respira un aire distinto y es que en cada creación Domingo parece dejarse la vida, con el propósito de darle a cada una de sus piezas un valor único e irrepetible.

Desde que era un niño tenía el don para hacer figuras de arcilla y esa capacidad se fue incrementando con el paso del tiempo y encontró primero en la Universidad de Costa Rica y luego en la Universidad de Roma y de Florencia, el sendero adecuado para convertirse en un escultor con un sello propio.

Domingo es un hombre de principios y creyente, y tiene una concepción de Dios que se enlaza con el universo. Es una visión personal de la vida, a la que celebra a cada instante, ya sea cuando se sumerje en bloques de piedra, mármol o madera para darle a la escultura el contorno que mucho antes imaginó, o cuando recibe a un amigo, para el que dispone, entonces, de toda su atención.

–Yo son 14 años desde que me diagnosticaron el Parkinson y yo nunca me he quejado. Si Dios me ponía en esta situación era por algo. Nunca he dejado de trabajar.

Eugenia, su esposa, es fiel testigo de que así ha sido siempre, antes y después de la enfermedad. Su rutina de trabajo se asemeja a la de un asalariado. Entra a las 8 a.m. y trabaja hasta las 4 p.m., entre tres y cuatro días a la semana. A diferencia de un trabajador normal, lo de Domingo es visualizar en los materiales que emplea, una obra artística que está a la espera de que la doten de un sentido que más que unívoco es polisémico. Es decir, que a partir de la propuesta habrá muchas interpretaciones y eso es, justamente, parte de la gran riqueza del arte.

El martes 30 de mayo en mi condición de redactor visité por segunda vez el taller y la sala de exhibición de Domingo, y ahí estaba esperándome con la amabilidad, la atención y toda la humanidad que lo caracteriza, y siempre con un gran sentido del humor, porque nada parece agobiar a este hombre, que durante muchos años fue profesor en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica (UCR).

El escultor trabaja con diferentes materiales para lograr sus obras.

 

Las esculturas de Domingo Ramos tienen un sello irrepetible.

VOCACIÓN TEMPRANA

Este escultor y poeta, que en la actualidad ya trabaja en sus memorias, desde que era un niño hacía figuristas incluso con la masa que le daba su mamá cuando ayudaba en la cocina.

La madre —María Araya—se sorprendía de que aquel niño le salían animales de la masa. Esa vocación temprana se hizo patente en la escuela y posteriormente en el colegio. Y eso marcaría el derrotero una vez que ingreso a la Universidad de Costa Rica, donde continuó su formación hasta que en 1975 dio el salto a Italia para estudiar en la Universidad de Roma, en la que obtendría su doctorado en Historia del Arte Medieval y Moderno. Eso lo complementó con estudios en las canterras de Carrara, que era otro de sus sueños. Esta segunda parte de su travesía por Europa la hizo en compañía de su esposa, Eugenia, que en condición de novia se había quedado en Costa Rica durante los primeros años de estudio en la capital italiana.

Su capacidad para la escultura es innata y le gusta trabajar con diversos materiales como el mármol, del que mandó a traer varias toneladas hace ya varios años y del que tiene para trabajar durante mucho tiempo. También disfruta con esculpir en madera, con la piedra, con el hierro. Cada material tiene su singularidad y ha de haber una forma de aproximarse a él, considera.

En cada escultura expuesta en su sala, que está contiguo al taller, se percibe que detrás hay un artista metódico, creativo, serio, soñador y que se deja rasgos de su vida con el afán de encontrar una forma que enriquezca al mundo.

El padecimiento que desde hace 14 años lo amenazaba con arrebatarle su don más preciado, ha tenido que esperar. Y es que Domingo, con su parsimonia y su fino sentido del humor, cuenta que decidió encarar a la enfermedad del parkinson para advertirle de que si él no sobrevivía, ella tampoco.

Suena extraño este mano a mano, pero por ahora el tiempo le va dando la razón. Nadie que mire esas esculturas, talladas con la maestría de alguien que maneja a las mil maravillas su oficio, sospecharía que detrás está un artista que antes ha tenido que vencerse a sí mismo y al desafío de crear teniendo frente a frente a la adversidad.

En Domingo Ramos se conjuga no solo la voz del poeta, ya publicó su libro Llamas y cenizas, sino al hombre con su grandeza y su debilidad humana, que sabe que a cada día es necesario dotarlo de su propio afán y que sabe, también, que la vida es como una larga contienda,  en la que se van ganando pequeñas batallas hasta lograr una suma capaz de vislumbrar el porvenir.

Sueño y lucha convergen en Domingo como caras de una misma moneda. Nació con el don del artista y a lo largo de 74 años ha pulido ese regalo de Dios, como él diría, o del creador universal como diría un panteísta.

No importan las denominaciones, lo que interesa es saber que si usted está frente a Domingo Ramos, está ante un escultor, poeta y, ante todo y sobre todo, un ser humano capaz de emocionar a la vida por su entrega y su certeza de que el arte mejora al mundo.

Ramos trabaja siempre con la indea de no repetirse jamás.
La madera y la mujer son dos elementos siempre presentes en su creación.
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