ENTRE PARÉNTESIS
(SAN JOSÉ, 20 de mayo, 2014-EL JORNAL). A la señora se le salió el racismo por los poros, por el corazón, por los brazos, por los pies, por los ojos, por la nariz, por la respiración, por todo lo que ella era y trataba de no ser, porque parecía ser buena parroquiana, de mi misa los domingos a las seis, para que no compitiera con el partido.
Y sí, ante la estupefacción de sus vecinos de grada, se puso en gesto de salida y comenzó a gesticular como un macaco para que las cámaras captaran su perfomance, como diría un crítico de teatro joven, y ahí estaba ella, con sus brazos a la altura de la cintura, su cuerpo pesado y su alma de mona, dándole a la prensa un material explosivo para las redes sociales.
El gesto iba contra Mamadou Koné, ese número nueve negro del Racing de Santander originario de Costa de Marfil. El triste espectáculo sucedió en el partido de El Llagostera-Racing y de inmediato el equipo casa prohibió de por vida la entrada de la señorita simiesca, con toda su kinésica de la selva y su olor a rancio racismo, en la Europa que se desangra entra la crisis económica y la crisis de identidad.
El cuento, no obstante, no acaba con la sanción adoptada por el Llagostera, sino que más bien ahí empieza, porque resulta que la señorita simiesca, que hubiese sido un buen partido como modelo para Picasso o Botero, era empleada en el museo del Barcelona.
Y sí, el verbo ha de ir en pasado, porque apenas vieron a esa mona danzar sobre su cuerpo único, le recetaron el código de ética de 2010, porque en el Barcelona esas bailarinas no tienen cabida, y la despidieron.
Magnífico gesto el del club azulgrana, que en Costa Rica debería imitarse, dado que de cuando en cuando aparecen esos aficionados, que, escondidos en la multitud, se transforman en monas y simios de su propio ser y revelan su alma dantesca, pobre e inquisidora.