(San José, 8 de octubre, 7:30 a.m.) Venezuela dio este domingo 7 de octubre una extraordinaria lección de civismo y entusiasmo, al acudir el 80,94 por ciento de los votantes a las urnas, un porcentaje muy por encima de la realidad de nuestros países.
Más allá de que el vencedor haya sido Hugo Chávez, quien de esta manera se asegura su cuarto mandato, el proceso venezolano es digno de estudio, sobre todo para un país como Costa Rica, donde el abstencionismo ha sido tan alto en las últimas tres elecciones.
Chávez tiene, tras la victoria de ayer, una nueva oportunidad para consolidar su “revolución bolivariana” y la ocasión de impulsar una América Latina más solidaria, más humana, y menos servil de las leyes del mercado que, como todos podemos apreciar, hacen estragos actualmente en la vieja Europa.
Tras el golpe de Estado que sufriera en el 2000, con el auspicio de Washington, su retorno a Miraflores solo ha hecho favorecer la imagen de un presidente que si bien es tildado de populista, luego de tres mandatos, obtuvo una ventaja del 10 por ciento ante Enrique Capriles, la esperanza de la Venezuela tradicional, y de los poderosos.
Chávez ha logrado una legitimación en las urnas que ningún gobernante de la América Latina contemporánea ha obtenido, y por ende su permanencia en el poder es fruto del sistema democrático de su país.
La inseguridad y las desigualdades, todavía muy evidentes y la necesidad de unir al país en el objetivo de mejorar las condiciones sociales de miles de venezolanos, son tres de los grandes desafíos de un Chávez que ni siquiera el cáncer que padece lo ha podido doblegar.
Los venezolanos, en todo caso, han dado una muestra de que el valor de las urnas, si se sabe encauzar, aún es válido en el siglo de las comunicaciones, en el que las elecciones, como nunca antes en la historia de la humanidad, se dirimen en las plataformas de los medios de masas.