(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 20 DE ENERO, 2019-EL JORNAL). He corroborado con estupor y asombro, que en Acosta los ciudadanos tienen temor de reunirse y manifestarse, por el miedo a sufrir presiones y represalias.
Y he corroborado con estupor y asombro que hay temas sobre los cuales tienen temor de hablar, como lo que pasa con los taxistas, los piratas y lo que sucede con los oficiales de tránsito destacados en Acosta, los siete días a la semana, en turnos que a veces concluyen a las 7 p.m.
Por cierto que en materia de tránsito, en Acosta parece que impera una ley y en el vecino Aserrí otra.
He corroborado con estupor y asombro, que hay un fantasma que en el momento menos esperado, como todo fantasma, se aparece como de la nada para presionar por este o aquel asunto. Incluso el fantasma tiene el poder de que las paredes oigan.
No es un estupor y un asombro cualquiera, no señores, es un ESTUPOR y un ASOMBRO con mayúscula, porque nuestra Constitución Política salvaguarda a nuestros conciudadanos del derecho a reunirse, así como a expresar sus opiniones libremente.
Será que en mi querido cantón de Acosta sucede lo que el admirado escritor y columnista español Javier Marías llama Destructores de las libertades ajenas.
No hay que olvidar que en diversos momentos de nuestra patria corrió la sangre para salvaguardar derechos sagrados y el acontecimiento más cercano y clave en esa lucha fue la Guerra del 48, de la que el año pasado se conmemoró el 70 aniversario. Por lo que un fantasma como el descrito es una aparición un tanto surrealista.
ESTUPOR Y ASOMBRO, sí, porque es inconcebible que ese fantasmilla ande atemorizando a los acosteños cuando quieren manifestarse respecto a una determinada situación, con la cual el fantasmilla no está de acuerdo, lo cual atenta contra los legítimos derechos que tiene el ciudadano y que tutela el ordenamiento jurídico nacional.
*El autor es director de EL JORNAL, Máster en Literatura y miembro del Colegio de Periodistas de Costa Rica.
