PALESTRA
(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 30 DE MARZO, 2015-EL JORNAL). Un amigo de la juventud, que cursamos sociología juntos, llegó de España por estos días luciendo orgullosamente su pasaporte comunitario y su tardía carrera de cura, pero profundamente consternado por el avance del escepticismo en el viejo continente. “Nosotros los españoles, me dijo, nos estamos yendo de los templos”.
Sí, replique de inmediato a mi interlocutor, y le agregué: Algo más tendrán que hacer Francisco desde el Vaticano y otros más, que ahora son profetas, apóstoles, evangelistas, maestros; ¡qué sé yo¡, para escudriñar la magnitud de lo que está ya escrito .
En mis adentros me imaginé que después de tanto engaño bipartidista en España y las durísimas reformas económicas del gobierno franquista de Mariano Rajoy – en aras de ser justo, lo mismo hubieran hecho los socialdemócratas del Partido Socialista-, alguna reacción hubo entre los millones de obreros, amas de casa, jóvenes y extranjeros.
Tenía que haberla, no había vuelta de hoja, me dije.
Las diferencias nuestras surgieron cuando mi gran amigo intentó meterme en el patín ese de que el Salvador del Mundo había escogido un pueblo en especial al que debo seguir como manada; algo así como hacen en algunas de esas congregaciones al poner a danzar a jóvenes atemperadas por música del Medio Oriente, como sí aquí no tuviéramos el “Punto Guanacasteco”.
Le dije- y con humildad lo comparto con ustedes- que eso del “pueblo elegido” no me lo trago ni con aceite. Para mi tiene que ver más con ”gente obstinada”, personas que las consideraban “insignificantes”, comunidades sangradas por déspotas que se creían iluminados y, por tal efecto, depositarios de la verdad, el camino y la vida.
Desde esta perspectiva personalísima el “pueblo elegido” serían los nuevos samaritanos que Rajoy dejó con contratos laborales de hambre, los emigrantes de Europa, África, Asia y América que llegan en barcazas mal hechas y trenes de contrabando a las costas y ciudades de naciones que tienen el lujo de botar millones de toneladas de alimentos para elevar el precio internacional de los granos.
“El pueblo elegido” por el Redentor jamás sería, por ejemplo, “príncipe de la guerra”, defensor a ultranza de cualquier nuevo tipo de servidumbre o esclavitud.
Por eso tampoco compartí con mi amigo la tesis que, a última hora, quiso introducir: “es que los pueblos y las naciones fallan”.
Perdona, le dije con el corazón en la mano, esperando me diera más luz al respecto, porque él siempre vivió entre Biblias:¿No crees vos qué los nuevos mercaderes son quienes han fallado y por eso necesitan otra “expulsioncita” del Templo, con todo y palomas y chivos. No me dijo nada, se levantó de la mesa, pidió un taxi y se fue.
Y me dolió, pues era mi amigo de infancia.
Periodista, abogado y notario UCR.