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El abrazo de Iniesta

 

ENTRE PARÉNTESIS

New-José Edo
José Eduardo Mora*

SAN JOSÉ, COSTA RICA, MARTES 24 DE JUNIO, 2014-EL JORNAL). El Mundial es una baraja interminable de emociones y va dejando imágenes por doquier para el hoy y para el mañana, y una de las más extraordinarias ha sido ese abrazo de hijo que Andrés Iniesta le ha dado a Vicente del Bosque al término del partido de España contra Australia.

Sencillo, como todo en Iniesta, se fue directo de la cancha en busca de ese hombre que en los últimos días sumó tantas amarguras como alegrías en cuatro años, y entonces la intrascendencia del juego cobró relevancia y tiñó de humanidad y sentido el estadio Arena de Curitiba.

Iniesta es al fútbol lo que Hemingway a la escritura: sus prosas son cristalinas, transparentes, directas y en medio de esa aparente simplicidad esconden las proezas de dos artesanos curtidos en su oficio.

El hombre que le dio la gloria a España en Sudáfrica con aquel gol inolvidable frente a Holanda, anotó ayer, quizá, su mejor tanto al rendir pleitesía al mentor, al hombre de figura pesada y alma dulce y buena, y al que en los últimos días se le rompió la armonía en la Selección.

Como el hijo que acude al padre para pedir disculpas, pero en vez de palabras lo hace con el corazón: ese abrazo de Iniesta a Del Bosque vale casi tanto como aquel gol, porque deja ver toda la grandeza humana del tío de Fuentealbilla, que en sus días libres se pasea por su barrio como cualquier otro vecino.

“Lo hice por respeto”, dijo cuando los colegas le preguntaron por ese gesto suyo, y Del Bosque al final le abraza y le toca la cabeza, como si ese Iniesta fuera su Álvaro, su Álvarito, el mismo que ha de estar en Madrid contando las horas para darle el repaso a su padre, porque ya lo dijo el Míster en una entrevista: no hay nadie tan severo a la hora de juzgar a la Roja. Iniesta y Del Bosque: abrazo sublime, de padre a hijo, de hijo a padre, ya todos sabemos, claro está, que el orden de los factores no altera el producto, y mucho menos cuando se trata del lenguaje del corazón.

*El autor es director de EL JORNAL y Máster en Literatura.

 

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